UÑAS ADENTRO




Nervo Zeleman (Cornellà, Barcelona 2005)
Intro: fragmento de "Para terminar con el juicio de dios" escrito y recitado por Antonin Artaud.
Música: Antonio, Raul, Alex.



Cuando ustedes le hayan dado  un cuerpo sin
organos lo habrán liberado de todos sus automatismos
y lo habrán devuelto a
su verdadera libertad.

Entonces podrán enseñarle a danzar al revés
como en el delirio de los bailes populares
y ese revés será
su verdadero lugar.

Antonin Artaud (Para terminar con el juicio de dios y otros poemas)



Otra pieza del experimento musical-visual Nervo Zeleman, acompañando un texto escrito y recitado por Antonin Artaud en 1948. Autor francés afectado desde su infancia por una grave meningitis que determinaría su temperamento nervioso por el resto de su vida. Se unió al movimiento Surrealista en su nacimiento, creyendo que el surrealismo era la solución para una Europa contaminada de racionalismo, para más tarde dejarlo de lado y sentar las bases de lo que bautizó el Teatro de la crueldad: "aquel que apuesta por el impacto violento en el espectador. Para ello, las acciones, casi siempre violentas, se anteponen a las palabras, liberando así el inconsciente en contra de la razón y la lógica". A la edad de cuarenta años visita al pueblo de los Tarahumaras en México para experimentar con el Peyote: "con él, el Hombre está solo y tocando desesperadamente la música de su esqueleto, sin padre, madre, familia, amor, dios o sociedad. Y andas del equinoccio al solsticio, sujetando tú mismo tu propia humanidad". A su vuelta en Europa se interesa por la numerología y la astrología y un año más tarde las autoridades irlandesas lo deportan a Francia por "sobrepasar los límites de la marginalidad". Nueve años internado enn manicomios lo acabarían hundiendo hasta que en 1948 graba el programa de radio "Para acabar con el Juicio de Dios", censurado hasta los años 70 cuando es finalmente retransmitido, veinte años después de su prematura muerte en 1948. 




LA BÚSQUEDA DE LA FECALIDAD

Allí donde huele a mierda
huele a ser.
El hombre hubiera podido muy bien no cagar,
no abrir el bolsillo anal,
pero eligió cagar
como hubiera elegido vivir
en vez de aceptar vivir muerto.

Para no hacer caca,
tendría que haber consentido
no ser,
sin embargo, no se decidió a perder el ser,
es decir, a morir viviendo.

Hay en la existencia
algo particularmente tentador para el hombre
y ese algo es
LA CACA        [aquí, rugido]
Para existir basta con dejarse ser,
pero para vivir hay que ser alguien,
hay que tener un HUESO,
hay que atreverse a mostrar el hueso
y olvidar el alimento.

El hombre prefirió más la carne
que la tierra de los huesos.
Como no había más que tierra y bosque de huesos
tuvo que ganarse su alimento,
no había mierda,
sólo hierro y fuego,
y el hombre tuvo miedo de perder la mierda
o más bien deseó la mierda
y para eso, sacrificó la sangre.
Para tener mierda,
es decir carne,
donde sólo había sangre
y chatarra de osamentas,
donde no tenía nada que ganar
y sí algo que perder: la vida.
o reche modo
to edire
de za
tau dari
do padera coco

Entonces, el hombre se replegó y huyó.

Lo devoraron los gusanos.

No fue una violación,
se prestó a obscena comida.
Le encontró sabor,
aprendió por sí mismo
a hacerse el tonto
y a comer carroña
delicadamente.

Pero ¿de dónde procede esa despreciable abyección?

De que el mundo no está ordenado todavía,
o de que el hombre sólo tiene una pequeña idea del mundo
y quiere conservarla eternamente.

Proviene de que, un buen día,
el hombre
detuvo
la idea del mundo.

Se le ofrecían dos caminos:
el infinito exterior,
el ínfimo interior.
Y eligió el ínfimo interior,
donde sólo hay que estrujar
el bazo
la lengua
el ano
o el glande.

Y dios, dios mismo aceleré el movimiento.

Dios ¿es un ser?
Si lo es, es la mierda.
Si no lo es
no existe.
O bien sólo existe
como el vacío que avanza con todas sus formas
y cuya representación más perfecta
es la marcha de un grupo incalculable de ladillas.

"¿Está usted loco, señor Artaud, y la misa?"

Reniego del bautismo y de la misa.
No hay acto humano
que, en el plano erótico interno,
sea más pernicioso que el descenso
del supuesto Jesucristo
a los altares.
No me creerán
y desde aquí veo cómo el público se encoge de hombros
pero el llamado Cristo es quien
frente a la ladilla-dios
aceptó vivir sin cuerpo
mientras un ejército de hombres,
descendiendo de la cruz
a la que dios creía haberlos clavado desde hacía mucho
se rebeló
y ahora esos hombres
armado con hierro,
sangre,
fuego y osamentas
avanzan, denostando al Invisible
para terminar de una vez con el JUICIO DE DIOS.




Me dormí y recité entonces mis más hermosos poemas



Nervo Zeleman (Cornellà, Barcelona 2005)
Letra: fragmentos de "Altazor, Canto I" de Vicente Huidrobo.
Música: Antonio, Raul, Alex.

Nervo Zeleman fue un experimento musical que nació a los veintitantos. De padres ciegos y madres con ojos llenos de navíos lejanos. Una música que caía entre una estrella y dos golondrinas, en arcoiris bordados en lágrimas de rocío y sonaba como dirigibles que van a caer. Un cielo que cayó vertiginosamente, por la atracción de la muerte, pues la muerte tiene más poder que los ojos de la amada... ojos de descanso, de reposo bien ganado.

"Los verdaderos poemas son incendios. La poesía se propaga por todas partes, iluminando sus consumaciones con estremecimiento de placer o de agonía.
"Se debe escribir en una lengua que no sea materna.
"los cuatros puntos cardinales son tres: el sur y el norte.
"Un poema es una cosa que será.
"Un poema es una cosa que nunca es, pero que debiera ser.
"Un poema es una cosa nunca ha sido, que nunca podrá ser.
"Huye del sublime externo, si no quieres morir aplastado por el viento.
"Si yo no hiciera al menos una locura por año, me volvería loco.



fragmento de Altazor (Vicente Huidobro 1893 – 1948)
Altazor morirás Se secará tu voz y serás invisible
La Tierra seguirá girando sobre su órbita precisa
Temerosa de un traspié como el equilibrista 
sobre el alambre que ata las miradas del pavor.
En vano buscas ojo enloquecido
No hay puerta de salida y el viento desplaza los planetas 
Piensas que no importa caer eternamente si se logra escapar
¿No ves que vas cayendo ya?
Limpia tu cabeza de prejuicio y moral
Y si queriendo alzarte nada has alcanzado
Déjate caer sin parar tu caída sin miedo al fondo de la sombra
Sin miedo al enigma de ti mismo 
Acaso encuentres una luz sin noche
Perdida en las grietas de los precipicios

Cae
Cae eternamente
Cae al fondo del infinito 
Cae al fondo del tiempo
Cae al fondo de ti mismo
Cae lo más bajo que se pueda caer
Cae sin vértigo
A través de todos los espacios y todas las edades 
A través de todas las almas de todos los anhelos y todos los naufragios
Cae y quema al pasar los astros y los mares
Quema los ojos que te miran y los corazones que te aguardan
Quema el viento con tu voz
El viento que se enreda en tu voz 
Y la noche que tiene frío en su gruta de huesos

Cae en infancia
Cae en vejez
Cae en lágrimas
Cae en risas 
Cae en música sobre el universo
Cae de tu cabeza a tus pies
Cae de tus pies a tu cabeza
Cae del mar a la fuente
Cae al último abismo de silencio 
Como el barco que se hunde apagando sus luces

Todo se acabó
El mar antropófago golpea la puerta de las rocas despiadadas
Los perros ladran a las horas que se mueren
Y el cielo escucha el paso de las estrellas que se alejan
Estás solo



Lee al hombre que pinta


Idoli – Malena


Miente, miente
miente que algo quedará,
cuanto más grande sea una mentira más gente la creerá. 
Joseph Goebbels



El charco entre las tomateras, el espejo donde cabe un mundo.
Un mundo por el cual transitan devoradores de bulbos de mentiras, los que brotan y brotan con cada nueva primavera. El huerto, donde la muerte zascandilea en calzones por los callejones sin disimulo, sin vergüenzas que ocultar. "¡Que se marchiten sus huesos!", le grita un viejo arrugado y de cara ceniza. Desoyendo las injurias ella sigue matando horas –para hacerse con otro cliente–, zurciendo una mantilla incasable sentada en un portal que puede ser el portal de todas las casas. El porche de la humanidad. El vestíbulo a la casa de los huesos, la de las cortinas danzantes. Aquí los rostros de la hambruna enmarcados se asoman al exterior a través de sus ventanales. Cada parto que tiene lugar entre sus muros trae al mundo gemelos: el humano y sus miedos. 

Junto a su puerta, sentado un chucho hecho de huesos. Su expresión derrotada cosida directamente sobre la calavera, sus iris más negros que la noche sin luna.

–Visita al hombre que pinta infancias en esta ciudad de hombres de ceniza, y lee sus poemas en voz alta –me recomienda el destartalado jamelgo–. Al hacerlo las palabras serán suyas pero el canto será tuyo. Heredarás su lengua. Escucharás su historia, la de sus carnes que acorazan su alma, sus guerras continuas con sus intestinos. Las palabras que quieren con todas sus fuerzas exorcizar al miedo. Una desesperación en soga. Palabras escritas que nacieron para contar esa historia que esconde. Que lleva años sin comer y sin dejar comer a las otras. Palabras que buscan abrir agujeros en el cielo con la esperanza de que algo se desprenda del mismo. Una horca quizás que ahorque lo ordinario. Algo vertiginosos y acelerado cuyo impacto ensordezca las bocas en luto que todo lo rodean. Algo que haga temblar a los temerosos comedores de bulbos de mentiras que enterraron la verdad de las palabras. Cuyas miradas y enjutados rostros, zis-zas, censuran del jardín letras incómodas. Letras pequeñas, letras modestas, letras molestas. Solo a quien pinta infancias debes escuchar. Escuchar atentamente. Debes cantar sus letras para descifrar la historia que enclava sus otras historias. Canta sus letras. No las dejes morir. No pueden morir. ¿Si no quién cantará la esperanza?