La casa de los huesos


Soap&Skin - Goodbye




No hay mayor negocio 
que vender a gente desesperada 
un producto que asegura eliminar la desesperación. 
Aldous Huxley

Cada fracaso enseña al hombre algo que necesitaba aprender. 
Charles Dickens


La noche golpea las ventana. Baila una cortina carmesí en la casa de los huesos. En ella los rostros de hambruna enmarcados se asoman al exterior solo a través de los ventanales. Cada parto que tiene lugar entre sus muros trae al mundo gemelos: el humano y sus miedos. 

El niño de suave rostro mira la expresión seria y ceniza de la madre. "¿Por qué no puedes tu también ser agua?" le pregunta desde el suelo. Cuando era más pequeño, continua, y jugábamos a encajar las figuras geométricas, respondiste a mi pregunta de qué figura geométrica era yo, diciéndome que era agua. Que podía adoptar las diferentes formas que quisiera. Que no habían obstáculos. Yo sé que tu también eres agua, pero que lo has olvidado, que te acumulas en la forma que te sujeta. Tienes miedo de traspasarla, de liberarte.

En el portal de la casa, sentado un chucho hecho de huesos. Su expresión derrotada cosida directamente sobre la calavera, sus iris más negros que la noche sin luna.

–Visita al hombre que pinta infancias en esta ciudad de hombres de ceniza, y lee sus poemas en voz alta –me recomienda el destartalado jamelgo–. Al hacerlo las palabras serán suyas pero el canto será tuyo. Heredarás su lengua. Escucharás su historia, la de sus carnes que acorazan su alma, sus guerras continuas con sus intestinos. Las palabras que quieren con todas sus fuerzas exorcizar al miedo, un miedo convertida en fusil. Una desesperación en soga. Palabras escritas que nacieron para contar esa historia que esconde, que lleva años sin comer y sin dejar comer a las otras. Debes cantar sus letras para descifrar la historia que enclava sus otras historias. Canta sus letras. No las dejes morir. No pueden morir. ¿Si no quién cantará la esperanza? 


Matada la realidad ya solo quedas tu


Darko Rundek - Ruke


Te invito a ti, a ti
coge un lápiz
escribe tu nombre.
Recítalo. 

Verso  de "Nómada" usurpado a CC Rider de su blog 



No tengo nombre.
Carezco de nombre, pues no me llamo a mi mismo.

El charco entre las tomateras, el espejo donde cabe un mundo. Abro agujeros en el cielo con la esperanza de que algo se desprenda del mismo. Una soga que ahorque lo ordinario. Algo vertiginoso y acelerado cuyo impacto ensordezca el silencio de las bocas en luto que me rodean. Que haga temblar a los temerosos que enterraron la verdad de las palabras. Los que dieron sepultura en vida a la vida. Cuyas miradas y enjutados rostros, zis–zas, a tijeretazos censuran del jardín letras incómodas. 
Letras pequeñas. 
Letras modestas. 
Letras molestas. 

Que trémulos caigan, los devoradores de bulbos de mentiras, los que brotan con cada nueva primavera. Que se marchiten los huesos de la muerte que se pasea en calzones por el jardín. La de los calcetines gastados. La que mata las horas –para hacerse con otro cliente– zurciendo una bufanda inacabable sentada en el portal. Se desplome la muerte abonando el suelo. Comparta el calcio de su estructura con las semillas que están por germinar.

Que con el cielo caiga lo cotidiano, y las palabras rutinarias estrangulando.
Matada la realidad ya solo quedas tú: flor de mayo en un barrizal.
Entre tomateras.
Engalanada con pétalos en espiral dextrógira: uno, dos, tres, cinco, ocho, trece, veintiuno, treintaicuatro, cincuentaicinco, ochentainueve, cientocuarentaicuatro, doscientostreintaitres.
Pétalos que barren el tiempo.

Matado el tiempo ya solo quedas tú.
Envuelto en letras calladas ansío tu vuelta, tu giro de retorno.
Luz cenicienta se desborda del alféizar de la ventana sobre la madera del suelo.
Aguardo, sin nombre, que me nombres.




Los árboles de la paciencia


Farid Farjad - Goleh Pamchal


Media mañana, el sol sobre la vertical, una pequeña plaza asimétrica fruto de un cruce de calles. La sombra de sus tres tilos cobija siete u ocho sillas plegables, del suelo, junto a ellas sube como enredadera invisible el aroma del café. Reposan junto a sus pies las tazas mientras leen el periódico. En la esquina una puerta abierta, dos fogones de llama y un anciano maestro cafetero cuya edad le ha nublado la vista y le ha privado de apreciar los sonidos. Me siento para disfrutar de la sombra, un buen café turco y la compañía improvisada de los allí presentes.

En esta época del año la isla de Chipre no recibe mucho turismo, la sección norte "turca" aún menos, por lo que en Girne casi todo lo que encuentro son nativos, todo y tratarse de un bello puerto costero. No resulta difícil entablar conversación con ellos. Una sonrisa, un comentario, y preguntas e historias empiezan a saltar de boca en boca. Resulta agradable hablar con desconocidos, ejercicio sencillo en el Mediterráneo, pero harto difícil en los países nórdicos. Así que me entrego al parloteo, hasta que al final no puedo resistir la tentación de preguntar a uno de ellos sobre las relaciones entre el norte "turco" y el sur "griego". 
Le comento que descubrir que la capital de la isla sigue dividida literalmente en dos con aduana y presencia de ambos ejércitos y del de las Naciones Unidas no deja de sorprenderme.  El corazón de la isla rasgado por una inmensa cicatriz fruto de un conflicto civil complicado, donde política, diferencias religiosas, lingüísticas y étnicas, una vez más, se conjuran para mostrar lo peor de los humanos. He escuchado historias de lo acontecido en ambas partes de la isla: chipriotas griegos que escupen al suelo al mencionarles los turcos, chipriotas turcos que blasfeman de los griegos, y una mayoría que se consideran chipriotas sin importarles si son de etnia griega o turca. Una mayoría incapaz, como sucede en muchos casos, de imponerse a los intereses de las clases políticas y las jerarquías religiosas que se sustentan en marcar diferencias entre los grupos. Dividir sociedades para gobernarlas.

El jubilado sentado a mi izquierda deja de leer su periódico, suspira, me observa por encima de sus lentes y coge aire antes de responder a mi pregunta:           

Deja que te cuente un par de historias. 
No importa si los "héroes" o las víctimas de estas historias son chipriotas turcos o chipriotas griegos, escucharás historias similares en ambas comunidades. La naturaleza de los "héroes" tiene más que ver con ser humano o inhumano, poco que ver con pertenecer a una etnia u otra. En ambos lados se han cometido cosas inenarrables, usando la guerra como un pretexto, una excusa para sus atrocidades individuales.
Dos "hombres", si puede otorgárseles esta categoría, son los protagonista de la primera historia. Dos hombres que se hicieron con una bella muchacha. Un obsequio de la guerra en sus propias palabras, una joven muchacha arrancada del campo, de su hogar con el único propósito de ser violada. Uno de ellos se encarga de violarla y posteriormente matarla. "¿Por qué la has matado?" pregunta enajenado el otro hombre, "también yo quería gozarla". El asesino, palpa el cuerpo inerte de la muchacha y le comenta al segundo: "Sigue caliente… adelante…, es toda tuya". Así que el otro sin vacilarlo se abalanza a violar el cuerpo sin vida de la joven, para luego entre ambos enterrarla en una pequeña fosa junto a los "árboles de la paciencia" (Sabir aghaci en turco). Unos años más tarde la historia saldría a la luz, pues ambos protagonistas tuvieron una fuerte discusión en la cafetería de su pueblo. El primero de ellos acusó en voz alta al segundo "¡Fuiste tú quien violó a la mujer una vez muerta!"…  y a partir de allí los detalles empezaron a brotar y conocerse en todo el vecindario.

Sin embargo la muchacha violada antes y después de su muerte, permanece enterrada y olvidada al pie de un "árbol de la paciencia". Ellos son los únicos testigos de esta horrible tragedia, los árboles que solo florecen una vez en su vida y fallecen inmediatamente después, constituyen su silenciosa tumba. Árboles transformados en cementerios. Cementerios del olvido. Una flor para los que ya no existen primaveras.

Ese infierno al que llamamos guerra ha creado unas comunidades realmente enfermizas, traumatizadas y ciegas, de las que nunca se han recuperado. Asesinos, violadores, víctimas, todos ellos deberían estar en la conciencia de las comunidades, pero son ignoradas y abandonadas. Nos negamos a ver nuestros propios horrores, los escondemos y nos avergonzamos de ellos, de manera que cada uno tenga que cargar con su propio dolor. Cada comunidad protege a sus asesinos y violadores, dejándoles seguir con su vida como si nada hubiese pasado. En Pafos puedes encontrarte en los juzgados a uno de estos violadores del 1974. ¡El violador es hoy en día un respetado juez de la corte!

Muchas de la mujeres violadas entonces han sido "tratadas" durante años por psicólogos y psiquiatras, pero sin resultado alguno. ¿Sabes por qué? Porque la violación es algo que nuestras comunidades chipriotas consideran una vergüenza, algo vergonzoso de lo que hablar, sin querer comprender, ni mostrar empatía o solidaridad alguna con los afectados. Convierten a las víctimas en invisibles. ¡En ambas partes de la isla, muchos maridos o familiares han abandonado a sus mujeres al saber que éstas habían sido violadas! 
Un joven muchacho, que por entonces tenía 16 años fue violado por un grupo de hombres durante el conflicto…, hoy pasea errático, vestido como una mujer, vociferando por las calles de Nicosia que se llama con un nombre de mujer. Todo Nicosia lo conoce, pero casi nadie lo reconoce como un trauma de la violación que sufrió, y se limitan a reirse de él. Cada uno de ellos sufre en solitario y silencio sus penas, como el "árbol de la paciencia", sin florecer, tan siquiera una vez en sus vidas… aguardando, mientras nuestros pueblos continúan sus vidas como si nada hubiese pasado en este país, sin enfrentarse con los monstruos que viven en sus propios hogares, solo viendo aquellos que viven en la otra comunidad. 
¿Cómo reconstruirse así?


Abandono la sombra de los tilos. La taza yace en el suelo, el poso de café una figura indescifrable, una incógnita agria como el devenir de los chipriotas.



Dialogando con la sombra, imaginando realidades


Mike Patton & Roy Paci - Tutto diventera' rosso



La madre se sentó con el hambre entre sus manos
y ahogó el amor en sus ojos.
Luego las moscas vinierona cantarle repulsivas canciones al oído.
Nosotros escuchamos la inagotable historia
de la lucha y el hambre.


Pero la Madre no cantó
al llegar el tiempo del canto.
En la historia popular,
ella sólo señaló a las moscas
y nos pidió que tarareásemos 
la misma canción musitada por las alas.
Cantamos la canción alada
mientras nos uníamos en la búsqueda.


Mosca y niño unidos en una misma canción
Madre y hojas caídas al tiempo
padre ausente,
desconocido.


Mientras sondea los zumbidos,
juntos los seguimos.
Creamos unión
para develar los motivos de la mosca y el niño.


Así, en nuestros corazones
están las vaporosas huellas de la mosca
cuyas alas nos contaron historias
del sentido de la vida y de a quién pertenecemos.
Fragmento extraído del poema "Parlamento de los niños" del autor zinbabuense Chenjerai Hove.



Los movimientos sociales, como los artísticos, literarios y científicos están dirigidos por la imaginación. El cambio, la revolución, en todos los campos se dan porque somos capaces de ver más allá de lo que se ve, de lo existente en ese momento. La percepción no es un mero reflejo de la realidad sino un poderoso elemento de realidad. Una herramienta necesaria para forjar el cambio, el calor necesario capaz de fundir el acero, prepararlo para ser moldeado por el martillo. Percepción e imaginación es lo que necesita la humanidad en estos momentos. El mundo tecnológico que se vislumbraba como una esperanza para alcanzar la libertad y la equidad –máquinas que nos liberen de la carga laboral, fármacos químicos que combatan las enfermedades, una revolución biológica y agraria que alimente a todo el mundo, y unas redes sociales mediáticas al alcance de todo el mundo que podrían revolucionar el sistema democrático– se ha vuelto más determinista que ninguna otra ley de la naturaleza, y parece haber inyectado su determinismo en las mentes de sus ciudadanos. Asfixiando así la imaginación de los mismos, la capacidad de percibir alternativas. Pero al igual que el sistema pudo imaginarse y crearse, su ausencia puede también imaginarse y crearse.
Debe imaginarse y cambiarse. Romper con el determinismo que parece haberse enquistado en las sociedades tecnológicas del presente.


"Los economistas llevan poco tiempo existiendo y nos han traído muchos problemas, los poetas llevan desde el principio de la humanidad y solo han creado belleza. Los poetas africanos lo sabemos bien, la simetría del sol puro es lo único que sigue suscitando nuestro asombro, esa capacidad de sombra que tenemos y con la que dialogamos".
Michael Feugain André, poeta camerunés.







Sobre la importancia de la imaginación, recuerdo un historia narrada por Susan Griffin en su texto "The politics of imagination", en la que explica un hecho vivido por un amigo suyo que sobrevivió al holocausto. Una historia que revela como la imaginación es capaz a veces de alterar y modificar una realidad que a priori parece irremediable.

"Un día Desnos, junto con otros prisioneros, fue arrancado de su barraca y obligado a subirse a la parte trasera de un camión. Todos ellos sabían que el destino de aquel camión no era otro que el de las cámaras de gas; todos ellos guardaban silencio. Al poco rato se detuvo el motor, y los guardias ordenaron bajar del mismo y avanzar en fila hacia la cámara de gas. En aquel momento Desnos rompió filas y cogió la mano de la mujer que le precedía en la procesión. Se veía animado, e inmediatamente empezó a leer la mano de dicha mujer. Su predicción era optimista: larga vida, muchos nietos y abundantes alegrías. Inmediatamente un hombre extendió su mano para que leyese su futuro. Una vez más, Desnos auguró una larga vida llena de felicidad y éxitos. El resto de presos se fueron animando, dejándose leer la palma de la mano, y a todos ellos Desnos predijo largas y felices vidas.

Los guardias empezaron a desconcertarse, a mostrarse visiblemente desorientados. Unos minutos antes estaban en una misión rutinaria con una ejecución y final inevitable y predecible, pero la nueva situación los desconcertaba. Parecía que existiese una alternativa para evitar lo inevitable. Desnos era tan efectivo creando nuevas realidades que los guardias fueron incapaces de proceder con la ejecución. Ordenaron a los prisioneros volver al camión y devolverlos a sus barracas. Desnos nunca fue ejecutado. A través del poder de su imaginación salvó su vida y la de los otros".

Al final Desnos no consiguió engañar a la realidad, cuando del campo de Auswichtz (1944) fue enviado al de Buchenwald Flossenburg, y finalmente a Terezín (1945), en Yugoslavia, donde fallecería de tifus días después de la liberación del campo. Los poemas que redactó durante sus años como prisionero fueron accidentalmente destruidos tras su muerte, de manera que las últimas obras de Robert Desnos (1900–1945) poeta y periodista francés, miembro activo del movimiento surrealista en los años veinte, se perdieron. Pero queda su historia, y su ejemplo de como rebelarse a la realidad mediante la imaginación, torcerla a nuestro antojo para que así la vida sea nuestra. Nuestra realidad, y no una impuesta y determinista en la que el cambio, las posibilidades no se perciben. 




Hacer estallar la mar hacia arriba


Hungry Ghosts - I Don't Think About You Anymore But, I Don't Think About You Anyless


"En África, cuando un anciano muere, una biblioteca arde". 
 Amadou Hampâté Bâ


Me hago piedra. Un canto rodado en un mar de piedras. Piedras que hacen estallar la mar hacia arriba. Me arrojo al mar: uno, dos saltos y luego quebrar la superficie. 
Hundiéndome. 
Sumergiéndome con la ligereza de una pluma. 
La verticalidad de la gravedad amortiguada. 
Caigo.
Caigo con suavidad entre la densidad de las aguas.  
Hasta el fondo.
Caigo a lo más profundo del mar.
A lo más profundo de mi mismo.

Imagino el reflejo de un instante perdido en su oscuridad. En el abismo que se abre bajo el oleaje. Vi el reflejo bajo el agua. Un destello gravitacional que atrae mi pétreo cuerpo. Dejo que la naturaleza del mismo me arrastre. Sin cuestionarme. Sin resistirme. Soy piedra cayendo. Acariciada por las aguas, abrazada por la fina arena. 
Recreo allí mi propio museo, un lugar donde el espacio aglutina al tiempo, o donde el tiempo se transforma en espacio. Memorias delicadamente diseccionadas, organizadas y exhibidas. Proyectadas al futuro para tenerlas siempre presentes, nunca pasado.